Sobre como el populismo de derecha se centra en la promoción y construcción de valores éticos, mientras que el populismo de izquierda se caracteriza por alimentar el odio y promover la destrucción.
El populismo es un estilo discursivo que apela a las emociones para obtener apoyo político. Existen dos tipos principales de populismo: el de derecha y el de izquierda. Aunque ambos buscan conectar con los sentimientos populares, difieren significativamente en su ética, premisas, objetivos y bases emocionales.
Para comprender a fondo esta divergencia, es preciso analizar los resortes psicológicos profundos que subyacen en cada vertiente y explican por qué ciertos sectores de la población se sentirán atraídos hacia una u otra.
El populismo de derecha enfatiza valores e instituciones tradicionales, tales como la patria, la familia, la propiedad, el libre mercado y el orden social. Su enfoque promueve el orgullo nacional, la unidad ciudadana, la prosperidad económica y la confianza en las tradiciones locales. La narrativa se enfoca en contrastar los intereses de la patria, en contra de élites globalistas e intelectuales, que desde su perspectiva anteponen causas internacionalistas y progresistas sobre las necesidades concretas de la nación, aspirando así a despertar un sentimiento de pertenencia, fomentar el orgullo por la herencia común y nutrir la confianza en el futuro de la comunidad política. Busca activar emociones positivas en el público.
Esta variante encuentra eco principalmente en personas que valoran la identidad nacional, la seguridad, la autorrealización a través del esfuerzo y la conformidad creativa dentro de un marco ético trascendente. Psicológicamente, conecta con necesidades humanas universales como la pertenencia, el orden, un propósito significativo y la trascendencia.
El populismo de derecha canaliza nobles aspiraciones presentes de modo latente en el espíritu humano. Así, promueve una visión orgánica de sociedad que, en esencia, persigue el florecimiento tanto individual como comunitario.
En contraste, el populismo de izquierda se centra en la “justicia social”, la igualdad económica y los derechos de “minorías oprimidas”. Busca la emancipación de grupos desfavorecidos, representando al pueblo como la clase trabajadora y desposeída que se alza contra élites egoístas, explotadoras y opresoras, tales como la oligarquía, las grandes empresas o el imperialismo.
Este enfoque encuentra eco en personas proclives al resentimiento y la indignación moral, que perciben la sociedad como esencialmente injusta. Su narrativa glorifica la movilización social contra un orden injusto que sólo beneficia a unos pocos. Promueve políticas redistributivas y mayor intervención estatal en la economía, con el fin de equilibrar la balanza de poder en favor del “pueblo”.
Busca capitalizar el resentimiento y la envidia, presentando utopías igualitarias que suenan atractivas, pero resultan peligrosamente simplistas e irrealizables en la práctica. Aprovecha el hedonismo e inclinaciones tales como el deseo de reconocimiento fácil y la aversión por asumir responsabilidad individual.
El populismo progresista enfatiza la inclusión y la tolerancia, y abraza causas como el feminismo radical, la ideología de género, el movimiento LGBTQ, el racialismo, el indigenismo, el ambientalismo antropocéntrico y la defensa de minorías convenientes políticamente, en contra de la mayoría y también de la minoría menor que es el individuo, al cual nunca representan.
El populismo de izquierda deriva en movimientos que siembran la polarización y el enfrentamiento, debilitando los fundamentos de la comunidad política. En su fanatismo justiciero, llegan a justificar la violencia, el autoritarismo y la supresión de libertades bajo la consigna de alcanzar una utópica sociedad igualitaria.
El discurso populista de izquierda utiliza un lenguaje polarizante de "nosotros" versus "ellos" para movilizar al pueblo contra sus "enemigos" alimentando el odio entre las personas a través de todo tipo de emociones negativas.
En contraste, el discurso populista de derecha no se basa en la incitación al odio entre las personas; en su lugar, adopta un enfoque que se centra en las ideas que apoyamos, frente a aquellas que no compartimos, y en las cosas y valores positivos que queremos para la sociedad, frente a cosas y valores negativos que no queremos. El populismo de derecha no implica un enfrentamiento personal, como sí lo hace el populismo de izquierda. En cambio, se refiere a un conflicto de ideas y valores. A diferencia de la izquierda, que considera a sus oponentes como enemigos políticos que deben ser cancelados e incluso eliminados físicamente, la derecha ve a sus adversarios como oponentes políticos con ideas incorrectas y equivocadas, y nunca jamás promueve la cancelación, y mucho menos el daño físico a otras personas.
Es importante destacar que la inclusión y tolerancia impulsadas por grupos progresistas no se limita únicamente a una aceptación pasiva, sino que se trata de una obligación totalitaria de aceptar y tolerar elementos perjudiciales y destructivos para la sociedad y los individuos. Utilizan el discurso de inclusión y tolerancia para fomentar la destrucción de la identidad, reemplazándola con una identidad autopercibida o deseada. Promueven la destrucción de muchas cosas entre ellas promueven la destrucción de la masculinidad y la feminidad, sustituyéndolas por nuevas masculinidades y feminidades que se asemejan a patologías psiquiátricas. También impulsan la destrucción de la familia tradicional, reemplazándola con otros modelos alternativos que a menudo son más semejantes a grupos de compañeros, e incluso familias patológicas formadas por personas y objetos materiales, como personas que se casan en matrimonio con muñecos o edificios. Asimismo, promueven la destrucción de la nación, las costumbres, la tradición y otros aspectos similares.
Lo que se presenta como tolerancia es, en realidad, la aceptación forzada de lo aberrante y negativo; es la imposición de aceptar obligatoriamente lo que debería ser eliminado. Para comprender el discurso perverso de la tolerancia progresista en profundidad, es esencial entender lo que significa la tolerancia. Cuando hablamos de tolerancia, hablamos de tolerar algo negativo que debe ser tolerado, como el dolor o un ruido molesto. Sin embargo, esto no implica que se deba promover activamente el dolor o el ruido molesto y luego argumentar que debemos ser tolerantes. Lo adecuado es ser tolerantes, pero al mismo tiempo trabajar para eliminar el dolor y el ruido molesto. Por lo tanto, cada vez que se habla de tolerancia, es necesario recordar que lo que debe ser tolerado también debe ser erradicado cuando se trata de cosas perjudiciales y destructivas, lo cual suele ser lo habitual. Es raro hablar de tolerar lo constructivo y beneficioso. Nunca se ha escuchado a nadie quejarse de tener que tolerar cosas buenas y beneficiosas que ocurren en su propia vida, en la sociedad o en el mundo. Siempre que se habla de tolerar algo, se refiere a tolerar algo negativo que es preferible erradicar y nunca promover.
Es esencial comprender que la diferencia fundamental entre el bien y el mal radica en que el bien se relaciona con la creación, mientras que el mal se relaciona con la destrucción.
En el ámbito político, el discurso de derecha se basa en la construcción, promoviendo valores como el amor por la patria, el orden, la disciplina, el esfuerzo, el trabajo, el cuidado de la familia, el desarrollo empresarial y el crecimiento económico.
Por otro lado, el discurso de izquierda se inclina hacia la destrucción, que ellos denominan "deconstrucción", involucrando la deconstrucción de la masculinidad y la feminidad, la transformación de la identidad y la hormonización de los niños, el cambio de la identidad de las personas de lo natural a lo auto deseado, el conflicto entre géneros siguiendo los recursos retóricos marxistas de la lucha de clases aplicados al género, el odio entre clases sociales, colectivos y personas, el ataque a las empresas y los ricos para su destrucción, la abolición de la propiedad privada, que es un derecho humano consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos y muchas otras cosas; siempre se trata de destruir.
El discurso populista de la izquierda se fundamenta en avivar las emociones negativas, mientras que el discurso populista de la derecha se basa en promover los valores más nobles y cultivar emociones positivas.
En resumen, las emociones, los valores y disvalores, así como la psicología colectiva, desempeñan un papel fundamental tanto en el populismo de derecha como en el de izquierda. El primero se conecta con ideales profundos, valores elevados y el sentido de comunidad, trascendencia y realización personal. El segundo aprovecha las emociones negativas como la envidia, el resentimiento y el odio, además de tener en cuenta factores psicológicos como el hedonismo, la aversión al esfuerzo y la inclinación a victimizarse.
Mientras que el populismo de derecha moviliza lo mejor del espíritu humano en pos de la unidad y el bien común, el populismo de izquierda promueve la destrucción y exacerba emociones como la envidia, el resentimiento y la polarización social.
Destacar estas diferencias psicológicas resulta indispensable para comprender por completo el origen de cada vertiente populista, las necesidades que busca satisfacer y su impacto en una sociedad en particular. Analizar seriamente esta dimensión profunda es esencial al evaluar cualquier movimiento o líder populista específico.
Idealmente, el populismo debe enfocarse en cultivar lo mejor del espíritu humano, generando emociones positivas en vez de aquellas que quiebran el tejido social. Hay que examinar cuidadosamente los fundamentos éticos y psicológicos de cada propuesta populista, para comprender su impacto real y potencial.
Con frecuencia se critica que el discurso populista simplifica temas complejos. Esto es cierto, pues los temas complejos se analizan mediante debates racionales y no emocionales. Pero simplificar no siempre es malo. A veces, simplificar ayuda a conectar con las emociones buenas y nobles de las personas cuando es difícil hacerlo con argumentos complicados que necesitan muchos estudios y conocimientos que no todos tienen.
En síntesis, existe un populismo bueno de derecha y otro malo de izquierda. El primero promueve emociones y valores positivos mientras que el segundo explota lo destructivo. La simplificación no define al populismo en sí mismo, sino el uso ético, o no ético, de lo emocional.

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