Dictaduras Buenas vs. Dictaduras Malas. ¿Qué Elementos las Distinguen?

¿Cuál es la frontera entre dictaduras buenas y malas? Exploramos cómo estas nociones evolucionaron, y su impacto en la sociedad a lo largo de los siglos.

El concepto de dictadura tiene una evolución histórica significativa. Originalmente, en la antigua Roma, la dictadura era un recurso legal y legítimo ante situaciones de crisis extrema. El senado romano podía decretar el establecimiento de una dictadura de forma totalmente acorde a derecho. Se designaba a un dictador otorgándole poderes extraordinarios pero temporales para resolver la crisis puntual. Una vez resuelto el problema, la dictadura llegaba a su fin, restableciendo la normalidad institucional. De esta manera, la dictadura en Roma constituía una herramienta jurídica válida para afrontar emergencias graves.

Sin embargo, en la actualidad el significado de dictadura ha cambiado drásticamente, adquiriendo connotaciones negativas. Hoy en día se suele pensar que las dictaduras son ilegítimas, que llegan al poder mediante golpes de Estado u otros procedimientos irregulares, a diferencia del sentido original en que eran establecidas legítimamente. Se entiende mayormente como un sistema de gobierno caracterizado por el ejercicio totalitario y opresivo del poder de manera continua e indefinida. A diferencia del carácter temporal y acotado de las dictaduras en Roma, las dictaduras modernas se asocian con regímenes que buscan perpetuarse reprimiendo y sometiendo a la población.

Surge entonces una distinción crucial entre las denominadas "dictaduras buenas" y "dictaduras malas". Una dictadura buena es aquella que viene a resolver un problema, a quitar un mal, a sanar o arreglar una situación crítica. Una vez resuelto el problema que le dio origen, la dictadura buena se retira. En cambio, una dictadura mala es aquella que simplemente se establece para obtener el poder de forma totalitaria, sometiendo a la población de manera despótica y eternizándose en el tiempo. No está enfocada en resolver una crisis, sino en gobernar de forma tiránica.

Ciertas dictaduras históricas en América Latina, especialmente militares, podrían considerarse "dictaduras buenas" en la medida que surgieron ante una amenaza específica como el avance de ideologías comunistas mediante vías violentas y antidemocráticas. Su propósito era neutralizar esa amenaza subversiva, algo totalmente legítimo y obligación de cualquier Estado, para luego retirarse y restaurar la institucionalidad democrática. Comparten las características de las dictaduras romanas al tener la característica de venir a solucionar un problema específico, tener un fin acotado y no buscar el dominio perpetuo.

Por el contrario, las dictaduras comunistas del siglo XX encabezadas por figuras como Stalin, Mao y Castro representan claros ejemplos de "dictaduras malas". Estos regímenes, en lugar de resolver crisis y retirarse, impusieron su ideología por la fuerza, eliminando violentamente cualquier atisbo de oposición y ejerciendo un control férreo sobre la población de manera indefinida.

Las dictaduras comunistas perpetuaron las peores violaciones a los derechos humanos de forma sistemática, como política de Estado. Mandaban personas a campos de concentración, las fusilaban, les quitaban las propiedades y restringían su movilidad y libertades de manera organizada y sostenida en el tiempo. Este patrón de violaciones masivas a los derechos humanos difería completamente de lo ocurrido en las dictaduras militares latinoamericanas.

En las dictaduras militares latinoamericanas no existió una política sistemática de violar derechos humanos ordenada desde el Estado. Más bien, en el contexto de una guerra civil inevitable contra grupos revolucionarios violentos, se cometieron excesos y abusos propios de cualquier conflicto bélico. Las guerras siempre conllevan violencia desmedida. Pero no hubo un plan organizado de violar derechos humanos como ocurrió en las dictaduras comunistas. Fue el resultado indeseable de una guerra, no de órdenes específicas y sistemáticas de cometer atrocidades.

En las democracias también pueden darse violaciones a los derechos humanos, muchas veces por omisión. Por ejemplo, cuando el Estado no reprime con la energía y celeridad debidas a protestas violentas y prolongadas en el tiempo donde se hacen graves daños contra personas y propiedad privada. La omisión frente al deber de proteger los derechos ciudadanos constituye una forma de violación a los derechos humanos frecuente en sistemas democráticos.

Para comprender mejor lo que es una dictadura buena, podríamos hacer una analogía con un yeso que viene a sanar un hueso fracturado. El yeso es un elemento restrictivo, incómodo y no deseado, que viene a inmovilizar, como una dictadura que es autoritaria. Pero así como un yeso es necesario para resolver el problema de un hueso fracturado, una dictadura buena, aunque autoritaria e indeseable, puede ser un mal necesario para superar una situación crítica. El enfoque está en evitar llegar a ese extremo, pero en situaciones límite una dictadura temporal puede ser la solución inevitable, al igual que un yeso ante una fractura.

Podemos definir los conceptos de «dictaduras buenas» y «dictaduras malas» de la siguiente manera. Una dictadura buena es aquella que surge con el propósito de resolver problemas, eliminar males, sanar heridas o reparar situaciones críticas. Su enfoque está en la solución de la crisis que le dio origen, y una vez que ha cumplido su cometido, se retira de la escena política. Por otro lado, una dictadura mala es aquella que se establece principalmente con el objetivo de obtener y mantener el poder de forma totalitaria. No está dirigida a abordar una crisis o problema específico, sino que su intención es someter a la población y perpetuarse en el tiempo, gobernando de manera opresiva y despótica.

Creo que establecer estas definiciones sólidas para los términos «dictadura buena» y «dictadura mala» es esencial para proporcionar un punto de partida aceptable en la discusión y resolución de la controversia entre estos dos conceptos.

En conclusión, el análisis histórico muestra una transformación del concepto de dictadura, desde una herramienta legítima en Roma hasta regímenes ilegítimos contemporáneos. Las dictaduras buenas resuelven crisis puntuales mientras que las malas buscan un poder perpetuo despótico. Las violaciones a derechos humanos adoptan diversas formas según contextos. Y así como un yeso, las dictaduras buenas son soluciones extremas, indeseables, pero algunas veces inevitables y necesarias ante emergencias.

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